Florian
Schneider, uno de los fundadores de Kraftwerk, falleció hace unos días, construyó
junto a su proyecto más conocido, una manta de influencia ineludible para todo
lo que vino después. Es posible que la inclusión de cajas de ritmos
electrónicas en el pop, fuera algo inevitable con el paso del tiempo, pero
fueron ellos quienes dieron ese paso y lo llevaron a la masividad.
Personalmente, me cuesta pensar que en el arte existen inventores definitivos,
que una “idea” pertenece sólo a una persona y que, de ahí parte esa “invención”,
creo por el contrario que es una constante evolución de pensamientos, son
recetas a las que cada personaje agrega un nuevo ingrediente, hasta que llegan
individuos tan innovadores, que son capaces
de crear un producto que suena a algo completamente nuevo, incluso si los
ingredientes fueron inventados por otros; En ese grupo de individuos existen a
mi juicio dos corrientes: Una suerte de Vanguardia Exclusiva, cuyas creaciones
son tan adelantadas, que no son capaces de llevarse al “público” con ellos,
pero cuyos avances serán definitorios para lo que viene a futuro; y una
Vanguardia Inclusiva, cuyas obras son también importantes para el futuro, pero
además hacen ruido en el presente, haciendo que el público, la gran masa,
avance culturalmente con ellos… Es en este último grupo en el que encasillo a Florian Schneider y por supuesto, el trabajo realizado por
Kraftwerk. Prueba de lo anterior no está en la popularidad en términos sólo de
ventas, sino, también en la llegada transversal de sus creaciones; no es que
podamos hablar de “Trans-Europe Express” en el almuerzo del domingo con la abuela,
pero si con la mayoría de los melómanos (y no tan melómanos), es ahí donde radica
parte de la riqueza de sus trabajos, en ese primer momento que todos pasamos,
cuando los escuchamos o vimos por primera vez y que siempre es interesante
compartir con otro que haya vivido el mismo impacto.
Mi generación en ese
sentido tuvo la suerte de que existiera el DVD ( y por su puesto internet), y
dígame por favor que también tuvieron la posibilidad de poner en un “Carrete”
para aburrir a los presentes el “Minimum-Maximum”, pero dejar boquiabierto a por lo menos
una persona, saber que ambos pasaron por la misma sensación de explosión mental
y que inevitablemente esa banda, se va a quedar en esos oídos, como diría Mario
Hugo “hermoso y desconocido”.
Cuando muere alguna “celebridad”,
y todos por arte de magia justamente amábamos a ese personaje, se despierta una
suerte de escepticismo, de esa persona que se siente mucho más fan que el resto,
de ese conocido que te dice “yo los escuchaba de chiquitito”, como si importara
más desde cuándo escuchaste algo, que cuánto lo escuchas. Por mi parte, creo
que lo poco que se puede rescatar del fallecimiento de un gran artista, es que
vuelve a la palestra, es la oportunidad que más gente le ponga atención, y que
recordemos de donde viene: ¿ no les parece un buen momento para re escuchar esa
electrónica “nueva” de los 70s ?, Si bien la historia de la electrónica es
tremenda, es posible que meterse un poco en las influencias de técnicas de
Florian y compañía te abra un nuevo mundo sonoro, pensemos que desde Werner
Meyer-Eppler y el “Studio für Elektronische Musik des Westdeutschen
Rundfunks” hasta Kraftwerk hay un montón de años y trabajos
sonoros, que los mismo Kraftwerk comenzaron fuertemente influenciados por ese
universo llamado Krautrock con un sonido muy distinto al que los hizo famosos y
ahí, con la suma de esas dos corrientes, tenemos horas y horas de mundos
sonoros por descubrir.
Florian
Schneider nace un 07 de abril de 1947 y muere un 06 de mayo de 2020, dejando atrás,
un tremendo aporte musical, insisto, es un buen momento re descubrirlo desde
sus inicios e influencias, escuchar música “nueva/vieja” es un gran ejercicio
de conciencia.